Por Carlos Camacho
El rector de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), Octavio Castillo Acosta, se ha metido en un atolladero político, debido a su doble discurso con respecto al conflicto que se vive en el Instituto de Artes, pues al tiempo que ofrece diálogo a quienes demandan la salida de la directora, María Teresa Paulín Ríos, también les cierra las puertas de la rectoría.
Días atrás, un grupo de alumnos del instituto ubicado en el municipio de Mineral del Monte, iniciaron una movilización en contra de la directora a quien acusan de maltrato en contra de los estudiantes y de encubrir presuntos abusos sexuales.
Ayer, día del primer informe de gobierno, se congregaron alumnos y padres de familia en el quiosco de la plaza Independencia, de donde salieron en caravana rumbo al edificio central de la UAEH, ubicado en la céntrica calle de Abasolo, en la capital hidalguense, y luego caminaron hasta la plaza Juárez, en busca de ser escuchados por el rector Octavio Castillo y por el gobernador, Julio Menchaca Salazar.
En el primer caso, ni siquiera les abrieron las puertas del histórico edificio y en el segundo, el ejecutivo estatal dijo estar dispuesto a escuchar a los manifestantes.
En diversas declaraciones al respecto, Castillo Acosta negó que en la universidad se practique la represión y los estudiantes tiene libertad de expresión y se dijo dispuesto al diálogo, pero al mismo tiempo dijo brindar todo su respaldo a la directora del Instituto de Artes.
Actitudes contradictorias que de no ser contenidas, darán pie a que los inconformes eleven el nivel de sus protestas y provoquen lo que no quieren las autoridades universitarias: escándalos en el campus.
Históricamente la libertad de expresión y de manifestación ha sido cosa vedada, desde que Gerardo Sosa Castelán ejerce el control de la UAEH, controlo que sigue manteniendo a pesar de vivir prisión domiciliaria.
La cadena de abusos en contra de la comunidad universitaria y de la propia ciudadanía, ha sido ampliamente documentada desde la década de los 80 y si bien los tiempos han cambiado, varias formas de control férreo unipersonal continúan, pues no se mueve la hoja de un árbol, sin el consentimiento del jefe del Grupo Universidad.
En la década de los 90, el entonces gobernador Jesús Murillo Karam, miraba desde el cuarto piso del palacio de gobierno, una marcha estudiantil “espontánea” que demandaba descuento en el precio del pasaje de transporte público.
No era más que un pretexto de Sosa Castelán para retar el poder del gobernador en turno, lo que ha hecho recurrentemente cada sexenio, y a pregunta del reportero respecto de porqué no se usaba la fuerza del estado para quitarle el control de la universidad a Sosa Castelán.
La respuesta fue:
Para que eso ocurra, deberá surgir de la misma comunidad universitaria, sin el aliento del gobierno.
Hoy, hay una fuerza de estudiantes inconformes que demandan no más abusos y el cese de la directora de su instituto.
Veremos en que concluye la protesta, pero mientras se sostenga el doble discurso del rector, no se ve un arreglo en lo inmediato.