Por Gustavo Flores
Jesús Vázquez Pantoja, originario de Acayuca, nació el 2 de enero de 1981 y es miembro de una familia de nueve hermanos; sólo terminó la secundaria abierta; a la edad de 6 años ya andaba pastoreando por su pueblo donde escasamente las casas eran contadas y sólo existía una tienda bien surtida, donde compraba petróleo, maíz, pan y lo que le mandaba pedir su mamá.
Su papá tenía vacas, chivos, burros y pollos. Don Jesús laboraba en el campo cuidando a los animales de las 8 de la mañana a 12 de la tarde para posteriormente ir a la escuela donde en el recreo jugaba “volteaditas”, apostando dinero y cuando ganaba le daba a su mamá una parte para que no lo regañara, pero en las tardes tenía que llevar leche a sus sobrinos, su mamá le decía: -córrele hijo de tu chingada madre- para que no se te haga noche, pero aun así Don Jesús se quedaba muy tarde porque su cuñado tenía el juego del Nintendo y jugaba el “Mario Bros” y de regreso a su casa caminaba como cinco cuadras en plena oscuridad.
A las 6 de la mañana lo levantaban a “cuerazos” pegándole con el cable de la grabadora, inmediatamente agarraba un burro para ir a traer leña, agua y pastura para los animales, además de raspar magueyes (extraer el aguamiel) porque su papá vendía pulque.
Don Jesús recuerda que como a los 12 años, se iba a jugar con sus amigos a un terreno que está cerca de su casa, volaban papalotes que ellos mismos hacían y competían a ver quién tiraba o bajaba el del contrincante, llegaron a elaborar un papalote de hasta 3 metros de ancho que a la vez los jalaba a él y sus amigos subidos en una avalancha.
También jugaban al “cinturón escondido” que consistía en que quien lo encontraba tenía el derecho de corretear y darle cinturonazos a sus compañeros, el juego terminaba hasta que todos habían recibido dicho castigo.
El “ahogado” era un juego de canicas que también jugaban y consistía en poner dentro de un triángulo marcado sobre la tierra hasta 100 canicas cada jugador que, a la vez, los jugadores tiraban con una canica de fierro que en realidad era un balín de acero, cada juego duraba aproximadamente una hora, Don Jesús llegó a juntar hasta cuatro botes de veinte litros, llenos de canicas que iba ganando.
También llegaron a jugar el trompo (a puyazos o picotazos, que consistía en quebrar el trompo del contrincante), el yoyo, realizando diferentes figuras con el mismo como el “perrito”, el “columpio” o la “pata de gallo”; y el juego de los hoyitos (quien acumulaba 10 “hijos” -piedras en cada hoyo-, era castigado poniéndose contra la pared y recibiendo 10 pelotazos por cada jugador participante).
A los trece años Don Jesús trabajó como pastor, cuidando hasta 100 borregos, propiedad de Don Ignacio Sánchez, quien le facilitó un caballo para que hiciera mejor su trabajo, aprovechaba también para cuidar el ganado de su papá, al mismo tiempo iba con el caballo a comprar pulque para los pastores que también cuidaban otros animales y estos le invitaban a comer, los alimentos los calentaban en pocillos para posteriormente vaciarlos en pencas de maguey para que todos los pastores compartieran el platillo que les habían preparado en sus casas.
Recordó Don Jesús que a Don Ignacio Sánchez no le pareció que utilizara el caballo para hacerle favores a otros pastores y por tal motivo dejó de trabajar con él y sólo cuidaba el ganado de su papá.
Posteriormente Don Jesús entro a trabajar en un taller de costura, el dueño era Beto Sánchez quien le enseñó a preparar los cortes, poner botones, hacer ojales, bastillas, deshebrar y poner cinturones forrados de tela. Cada tercer día entregaban mercancía en la ciudad de México, viaje que duraba desde las cuatro de la tarde a las once de la noche, dicho trabajo ya le estaba aburriendo además de que le pagaban 600 pesos a la semana y Don Jesús quería que le dejaran trabajar en una máquina para coser, hasta que lo logró y su sueldo ya le alcanzaba para comprarse su propio calzado y vestimenta.
A la par que trabajaba en la costura a Don Jesús le empezó a gustar la jineteada (jaripeo ranchero) domando burros y caballos brutos y llegó a montar becerros de hasta 600 kilos de peso en las principales fiestas tradicionales de Acayuca, 15 de mayo, 16 de septiembre, 4 de octubre y 12 de diciembre; le empezó a gustar la tomadera como él dice y hasta le “llovían las muchachas”, provocando envidia entre los hombres teniendo peleas callejeras constantemente hasta que se ganó el apodo de “El Loco”, nunca abusó del poder y fama que logró, sus peleas fueron porque siempre lo retaban, hasta que sus papás lo mandaron a la ciudad de México a trabajar, repartiendo hielo en las paradas de las estaciones del metro, dijo Don Jesús que las barras pesaban hasta 150 kilos, cargaban en las colonias de Santa Anita, Álamos, La Postal y La Viga, donde estaban las fábricas de hielo.
Cuando había manifestaciones en la ciudad tenían que transportar las barras en diablitos porque no había dónde descargar, cargando hasta 4 barras por viaje, como fue muy activo, se ganó el mote de “El Pantera”, también tuvo sus enfrentamientos a golpes, hasta que un día el patrón le dijo que tenía que perder porque ya llevaba tres ocasiones que le había ganado la pelea a un trabajador y en la cuarta había planes de que lo iban a matar, mejor decidió regresar a su pueblo a trabajar nuevamente en la costura.
En el taller de costura conoció a su actual esposa con quien después de año y medio de noviazgo se juntó, llevándola a vivir a la casa de la mamá de Don Jesús, donde nació su hija cuando él apenas tenía 18 años de edad. Pero al no alcanzarle el dinero para atender a su reciente familia, se fue al país del norte con un primo que lo invitó a trabajar. Consiguió 5 mil pesos para pagar al “Pollero” y dejarle una parte a su esposa, pero ya estando en Agua Prieta, Sonora, quien los iba a pasar les quedo mal y encontraron otro “Pollero” que confiando en él, los paso, pagándole 1200 dólares cada uno hasta que llegaron a Brownsville, Texas, y después en un viaje de toda la noche los llevaron a los Ángeles, California, donde ya los esperaban su hermano y otro primo; Ahí Don Jesús entró a trabajar en un taller de costura donde aprendió a cortar con la máquina, una vez que juntó algo de dinero se regresó a ver a su familia, pero no tardó mucho tiempo y volvió a los Ángeles a trabajar en lo mismo.
En Los Ángeles, Don Jesús conoció a un amigo Hugo, que era del Estado de Puebla, y como sabía que Don Jesús era peleonero, su amigo le organizaba peleas (sin que Don Jesús se diera cuenta) apostando de 1000 a 2000 dólares, y al terminar la pelea su amigo le daba la mitad de las ganancias.
Después de haber trabajado en los Ángeles por un periodo de 6 meses que se fue a trabajar en la costura, decidió regresar definitivamente a Acayuca y poner su propio taller.
El hermano mayor de Don Jesús lo había invitado anteriormente a jugar el beisbol, quien participo en un equipo en los Ángeles y de ahí su pasión para seguir con este excelente deporte, siempre con el puesto de filder center, recordó que su patrón en Estados Unidos, tenía el detalle de invitar a los cerca de 300 trabajadores a ver los partidos de los Dodgers de los Ángeles, además de darles 20 dólares a cada trabajador para lo que se les ofreciera.
Ya estando en Acayuca Don Jesús jugó en el equipo Cardenales, formando posteriormente el equipo, Toros de Acayuca, se viene la pandemia del COVID y lo invitan a jugar en Los Jonrados Master, del empresario Julio Cortez quien tiene su propio estadio de beisbol por la Universidad Politécnica de Pachuca, en el municipio de Zempoala, donde jugo por 4 temporadas.
Ya para finalizar el presente relato, Don Jesús fundó el equipo Orioles de Acayuca, siendo propietario del mismo, teniendo como meta de que algún día pudiera armar una escuela de beisbol para los jóvenes y evitar que entren al mundo de las drogas.