Por Ernesto Palma Frías.
A lo largo de la historia de la humanidad, se ha especulado sobre la influencia de la música en la vida y la salud de las personas. Todos hemos escuchado historias sobre cómo la música puede impactar el desarrollo cognitivo y la salud mental. Algunas pueden ser ciertas y otras -en su mayoría- son sólo mitos, como aquél que aseguraba que un bebé podría desarrollar una mayor inteligencia, si durante su gestación escuchaba música de Mozart.
Lo cierto, es que, gracias a la ciencia, hoy podemos saber con certeza los efectos de la música en el funcionamiento cerebral y cómo podemos aprovecharla para mejorar nuestro bienestar y calidad de vida.
Algunos neurocientíficos sugieren que la influencia de la música sobre nosotros puede haber surgido de un hecho fortuito, por la capacidad de esta para secuestrar sistemas cerebrales construidos para otros fines, tales como el lenguaje, la emoción y el movimiento. La música está considerada entre los elementos que causan más placer en la vida. Libera dopamina en el cerebro como también lo hacen la comida, el sexo y las drogas. Todos ellos son estímulos que dependen de un circuito cerebral subcortical en el sistema límbico, es decir, aquel sistema formado por estructuras cerebrales que gestionan respuestas fisiológicas ante estímulos emocionales; particularmente, el núcleo caudado y el núcleo accumbens y sus conexiones con el área pre-frontal.
Al escuchar música, se activa la llamada vía mesocorticolímbica, un circuito cerebral que desemboca en el núcleo accumbens (un grupo de neuronas del encéfalo), y que se activa cuando los animales nos encontramos con estímulos asociados a la alimentación y a la reproducción. Además, los investigadores comprobaron que cuando las personas escuchan música placentera se produce un incremento del neurotransmisor dopamina en el núcleo accumbens, lo que indica el valor reforzante de los comportamientos de búsqueda y consumo de este tipo de estímulos.
La música también es procesada por los hemisferios derecho e izquierdo. Evidencia reciente sugiere un procesamiento compartido entre el lenguaje y la música a nivel conceptual. Pero la música parece ofrecer un nuevo método de comunicación arraigada en emociones en lugar del significado, tal como lo entiende el signo lingüístico.
Investigaciones neurocientíficas muestran que lo que sentimos cuando escuchamos una pieza musical es muy similar a lo que el resto de la gente experimenta en el mismo lugar. Por eso las melodías, en muchos de los casos, pueden trabajar en nuestro beneficio a nivel individual, al modular el estado de ánimo e incluso la fisiología humana, de manera más eficaz que las palabras. La activación simultánea de diversos circuitos cerebrales producida por la música parece generar algunos efectos notables: en lugar de facilitar un diálogo en gran medida semántico, como hace el lenguaje, la melodía parece mediar un diálogo más emocional.
El área de la salud se vale de la música con el fin de mejorar, mantener o intentar recuperar el funcionamiento cognitivo, físico, emocional y social y ayudar a ralentizar el avance de distintas condiciones médicas. La musicoterapia, a través de la utilización clínica de la música, busca activar procesos fisiológicos y emocionales que permiten estimular funciones disminuidas o deterioradas y realzar tratamientos convencionales.
La música puede ser una herramienta poderosa en el tratamiento de trastornos cerebrales y lesiones adquiridas ayudando a los pacientes a recuperar habilidades lingüísticas y motrices, ya que activa a casi todas las regiones del cerebro. Estudios de neuroimagen muestran que tanto al escuchar como al hacer música se estimulan conexiones en una amplia franja de regiones cerebrales normalmente involucradas en la emoción, la recompensa, la cognición, la sensación y el movimiento.
Las nuevas terapias basadas en la música pueden favorecer la neuroplasticidad -nuevas conexiones y circuitos- que compensan en parte las deficiencias en las regiones dañadas del cerebro. Por ejemplo, la música anima a la gente a moverse con el ritmo y el ejercicio físico puede ayudar a mejorar la circulación, a proteger el cerebro y facilitar la función motora. La música induce estados emocionales al facilitar cambios en la distribución de sustancias químicas que puede inducir estados de ánimo positivos y aumento de la excitación, lo que a su vez puede ayudar a la rehabilitación.
Emoción, expresión, habilidades sociales, teoría de la mente, habilidades lingüísticas y matemáticas, habilidades visoespaciales y motoras, atención, memoria, funciones ejecutivas, toma de decisiones, autonomía, creatividad, flexibilidad emocional y cognitiva, todo confluye en forma simultánea en la experiencia musical.
De acuerdo con un estudio realizado por la Universidad de Florida, los estudiantes que tomaron cursos en presentación musical y apreciación de la música puntuaron más alto en los exámenes que aquellos que no lo hicieron. Presentando un promedio de 61 puntos más en el área verbal y 42 puntos más en matemáticas.
En resumen, la música provoca en nuestro cerebro reacciones comparables a las que generan estímulos placenteros y necesarios para nuestra supervivencia como especie, tales como la comida o el sexo. La música puede llegar a mejorar las habilidades lingüísticas, la creatividad y la felicidad. También ayuda a disminuir la ansiedad y el dolor, y provoca una curación rápida e incrementa el optimismo. Además, ayuda a sanar algunas enfermedades neurológicas como autismo, Alzheimer y Parkinson.