Por Gustavo Flores
Gerardo Anario Fragoso de 73 años, nació el 3 de octubre de 1950 en el barrio de Guerrero, municipio de Omitlán. Hidalgo.
La historia de vida de este personaje, comienza relatando que al concluir la primaria, su papá compró un burro para dedicarse a la venta de pulque en la comunidad de Xolostitla, municipio de Epazoyucan, donde el recorrido lo hacían en 4 horas y llevaban el rico liquido a vender al Real del Monte, a las cantinas que visitaban los mineros, pero en los trayectos se encontraban a “los del timbre”, que eran supervisores municipales que andaban por los caminos de los arrieros para atajarlos y ver si traían facturas de la compra del pulque y si no, les pedían “mordida” para no tirárselos. Esto sucedió en los años 60-65.
Cuando cumplió 17 años, Don Gerardo entró a trabajar en la mina La Purísima, del Real del Monte, como ayudante de perforista y donde también colaboró como muestrero de vetas, su trabajo consistía en marcar con la letra A cuando una veta aparecía muy oscura, y con la letra B, esto significaba si aparecía oro o plata y las muestras las depositaban en unos costalitos que les llamaban “taleguitas”.
Posteriormente Don Gerardo fue invitado por un amigo para trabajar en la compañía “Peñoles” en la comunidad de Maconi, en la sierra del Estado de Querétaro, donde mejoró su sueldo, también se extraía oro y plata, ahí trabajó 2 años; de ahí se trasladó a Inguarán, Michoacán, en la compañía Asarco Mexicana, S.A que explotó la mina de 1972 a 1982, había gran cantidad de material que los cerros se veían verdes de tanto cobre y ahí mismo lo molían, y salía un tráiler cargado de dicho material cada hora, (haciendo tanto daño al medio ambiente), recuerda Don Gerardo que ahí reconoció a un Ingeniero que también había trabajado en la mina La Purísima, recordando a los mineros del Real del Monte, que eran “bravos” porque conocían de minas y sabían trabajar muy bien, haciendo “frentes” (túneles) y “chiflones” (perforaciones que van hacia arriba) además de hacer anillos, es decir, escaleras de madera para que vayan subiendo los mineros y sigan haciendo perforaciones.
Con la experiencia que fue adquiriendo Don Gerardo, se fue a trabajar al D.F a Las Lumbreras, que son accesos verticales que funcionan para operar túneles del sistema de drenaje profundo de la ciudad donde las aguas negras van a dar al río Tula en el estado de Hidalgo, ahí trabajo como ayudante de maquinas de aire, luego lo ascendieron como mecánico en otra lumbrera que operaba la compañía de nombre La Tuza; al termino de su contrato, un hermano de Don Gerardo lo invitó a trabajar en Estados Unidos, paso de “mojado”, caminando unas 4 horas por el cerro del lado de Tijuana, Baja California, para luego cruzar por el lado de las playas del mar que lo llevaron por San Isidro y Chula Vista para llegar finalmente a San Diego, California, donde trabajó como lavaplatos por un periodo de dos años.
Con sus ahorros, Don Gerardo se regresó a su rancho en Omitlán, donde con la esperanza de emprender un negocio, compró 36 chivas y dos chivos que se las habían traído de Zacatecas, para su buena suerte, la mayoría ya venían cargadas, pero ocurrió un problema, como los chivos no estaban acostumbrados al cambio de clima, estos dejaban de comer hasta que la mayoría se le murieron y como dijo Don Gerardo, “quebró”.
Con la presión de tener dinero para mantener a su familia, nuevamente Don Gerardo decidió buscar trabajo, logrando un contrato en la compañía ICA Nacional como operador de maquinas para extraer agua en Fresnillo, Zacatecas, posteriormente se presentó en ICA Internacional para participar en la vacante de mecánico de aire, puesto que logró, lo mandaron a Guatemala con el puesto de jefe de mecánicos donde se estaba construyendo una termoeléctrica, participando los países de México en el armado de la casa de máquinas, Alemania en la perforación del túnel e Italia que su trabajo fue desviar el río hacia el túnel.
Al término de la obra en Guatemala, Don Gerardo retornó a su rancho para emprender un nuevo negocio, ahora en la maquila de ropa, como sus hermanas sabían coser, compró unas máquinas y con ellas elaboraban vestidos, faldas y blusas que vendían por mayoreo en Huejutla, Hidalgo. Aprovechando que llevaba camioneta para la entrega de la ropa, Don Gerardo vio la oportunidad de traer de regreso cosas que vender y se le ocurrió la idea de comprar bronce, aluminio, cobre, monedas antiguas y baterías usadas; Puso su letrero de la compra de esos metales y comentó que le iba mejor que con las ganancias de la ropa, las monedas que le llegaban por kilos las llevaba a vender a la Ciudad de México donde se las pagaban a buen precio. Don Gerardo con tanta visión que tenia para el trabajo, el negocio y su propia seguridad, valoró mucho los riesgos al ir a Huejutla, ya que los peligros del trayecto estaban presentes, más por la noche donde bajaba la neblina y la lluvia constante, además de encontrarse con los tráileres que transportaban manganeso de las minas de Otongo, municipio de Molango, que por lo regular viajaban de noche, por lo que decidió “pararle” y “lo que se hizo se hizo”. El dinero que junto lo invirtió en la compra de terrenos donde fue construyendo viviendas para rentarlas y vivir tranquilamente.
Antes de terminar la plática con Don Gerardo, contó las siguientes anécdotas: Una ocasión en una mina estaban dos perforistas en un tiro, no se dieron cuenta que en el exterior había llovido bastante y el agua al buscar su cauce, se fue por donde ellos estaban, de tanta presión el agua los desbarranco muriendo instantáneamente, Don Gerardo se salvo de ese accidente porque platicó que dos días antes se había machucado un dedo y lo habían incapacitado, si no a él le hubiera tocado.
Entonces llegaba mucha gente de la sierra a trabajar a las minas y algunos de ellos eran naguales porque una ocasión que hubo una fiesta que le nombran “fandango”, dos personas que se habían transformado en perros, entraron hasta la cocina llevándose parte del mole y barbacoa ya que los pobladores decían que las mujeres de estas dos personas eran brujas.
Otra historia: Sobre el camino antiguo de Omitlán, dos arrieros vieron venir dos burros sin dueño, lo que aprovecharon para llevárselos a punta de varazos, los iban arreando cuando de repente los burros comenzaron a revolcarse hasta convertirse en personas: eran naguales.
Dicen que la esposa de un minero era bruja porque le daba de comer pura sangre que ella chupaba a los recién nacidos por las noches y unos vecinos le comentaron al minero que cuando él se iba a su trabajo, su esposa salía de su casa convirtiéndose en una bola de fuego que desaparecía en el monte.
En la comunidad de Agua Fría, el tío de Don Gerardo de nombre Pedro, le comentó que cuando él salía a su trabajo, llegaba un perro a su casa y frente a su esposa se paraba dando señales como queriendo sonreír, Don Pedro, un día decidió salir y regresar inmediatamente a su casa para ver al perro, pero antes ya había preparado su escopeta marcándole una cruz en el cartucho para que tronara y cuando vio al perro le disparó, al día siguiente su vecino apareció muerto, pues era el nagual que se le aparecía a su esposa.
Esta fue la historia de Don Gerardo Anario Fragoso, que vivió como arriero, minero, migrante y comerciante.