Prevenir la Violencia Juvenil

Por Ernesto Palma Frías

Recientemente circuló en las redes sociales, un hecho que conmovió a la sociedad por la saña con la que ocho jóvenes universitarios golpearon a un adolescente. Los hechos ocurrieron en Puebla y los agresores fueron identificados como estudiantes de una de las universidades más prestigiadas de nuestro país, o por lo menos, de las más costosas.

Este lamentable incidente llamó la atención pública, por la multitudinaria y salvaje agresión a un jovencito indefenso, por parte de jóvenes que provienen de familias acomodadas en su mayoría, muchachos que en teoría, tienen todo lo que se necesita para ser feliz en esta vida…o al menos eso creemos.

Por lo que se aprecia en el video que circula en redes sociales, los jóvenes agresores estaban bajo los efectos del alcohol, lo que pudo haber generado su desmedida reacción agresiva y dar rienda suelta a sus impulsos violentos. La relación entre el consumo de alcohol y la violencia es compleja y multifacética. Si bien no todos los jóvenes que consumen alcohol exhiben comportamientos violentos, existe una alta correlación entre el consumo excesivo de alcohol y el aumento de la agresión y la violencia.

El consumo excesivo de alcohol puede afectar el juicio, reducir el autocontrol, aumentar la impulsividad y provocar una disminución de las inhibiciones. Esto puede llevar a comportamientos agresivos y violentos, como peleas físicas, agresiones verbales, vandalismo, agresión doméstica y violencia sexual. Además, el consumo de alcohol puede influir en el entorno social de los jóvenes, ya que puede estar asociado con grupos de pares que promueven la violencia y la agresión, como parte de su comportamiento habitual.

En algunos casos, las actitudes y normas culturales que rodean al consumo de alcohol también pueden respaldar o justificar comportamientos violentos. Asimismo, es importante señalar que el consumo de alcohol puede aumentar la probabilidad de encontrarse en situaciones de alto riesgo, como peleas en bares o fiestas, donde la violencia puede ser más probable. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que el consumo de alcohol no es la única causa de la violencia entre los jóvenes y que existen factores individuales, familiares y sociales que también pueden influir en este comportamiento.

Al abordar la prevención de la violencia juvenil se tienen que considerar aspectos que se originan en las dinámicas familiares y en la necesidad de actualizar los planes y programas de estudio de todos los niveles educativos, ya que es persistente la ausencia de contenidos y actividades orientados a la educación emocional de niños, adolescentes y jóvenes. Sobre este aspecto, se detallan a continuación, algunas recomendaciones generales que pretenden orientar la perspectiva social sobre el fenómeno de la violencia juvenil.

Para prevenir la violencia entre los jóvenes, es necesario:

– Fomentar una comunicación abierta: Los padres y los adultos deben establecer canales de comunicación abierta con los jóvenes para que se sientan escuchados y apoyados en sus preocupaciones y emociones. Esto puede ayudar a prevenir la acumulación de ira y frustración, que pueden llevar a la violencia.

– Promover una sana resolución de conflictos: Enseñar a niños, adolescentes y jóvenes, habilidades para resolver conflictos de manera pacífica es fundamental. Esto incluye la empatía, el diálogo constructivo y la búsqueda de soluciones que beneficien a todas las partes involucradas.

– Incentivar una educación de calidad: Una buena educación puede ser un factor clave en la prevención de la violencia. Ofrecer una educación de calidad a los jóvenes, les proporciona herramientas para su desarrollo personal, aumenta sus oportunidades de empleo y les permite tener un sentido de pertenencia en la sociedad.

– Promover valores como el respeto, la tolerancia y la diversidad puede ayudar a reducir la violencia en los jóvenes. Esto implica educarlos sobre la importancia de aceptar y valorar las diferencias individuales y culturales.

– Proporcionar a los jóvenes espacios seguros y actividades recreativas y deportivas, puede ayudar a canalizar su energía de manera positiva. Además, estos entornos promueven el trabajo en equipo, la disciplina y el autocontrol.

– Detectar y tratar problemas de salud mental: La violencia puede estar relacionada con problemas de salud mental no diagnosticados o no tratados. Es importante estar atentos a señales de alarma y brindar apoyo adecuado y oportuno a los jóvenes que presenten problemas emocionales o de salud mental.

– Combatir el acoso escolar: El acoso escolar es una forma de violencia que puede tener consecuencias devastadoras. Necesitamos promover ambientes escolares seguros, donde prevalezca el respeto y la empatía, para prevenir y erradicar la violencia en las escuelas.

Ante hechos tan lamentables como los ocurridos en Puebla, surgen las mismas voces exigiendo justicia para las víctimas y una actuación expedita de las autoridades, sin embargo, tan pronto como estos hechos desaparecen del interés público, también se diluye la preocupación social por un fenómeno que se reproduce con mayor frecuencia en otras comunidades del país.

Para prevenir eficazmente la violencia, necesitamos cambiar nuestra mentalidad social basada en un modelo reactivo y coercitivo, por otro que promueva y garantice condiciones educativas que incentiven el desarrollo moral y ético de la niñez, la adolescencia y la juventud, tanto en la intimidad familiar, como en los entornos escolares.

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