Enrique Garnica

Por Gustavo Flores

Enrique Garnica Ortega, oriundo de Pachuca, nació el 22 de enero de 1959. Plasmar las andanzas de un gran amigo es un orgullo, después de no verlo desde hace aproximadamente unos quince años de conoceremos, una breve y audaz historia de un hidalguense de renombre.

Enrique comienza la plática de esta su historia de vida, platicando de su padre que fue fotógrafo, pintor y caricaturista en el periódico Grafico de Hidalgo, fue chalan del gran pintor hidalguense Jesús Becerril Martínez.

Enrique recordó que en su casa siempre hubo arte, que lo influyó en el gusto por dibujar, no le gustaba el método de enseñanza en la escuela (telesecundaria que se ubicaba en la avenida Revolución, de Pachuca que pertenecía al IMSS), no le interesó mucho el estudio, no realizaba tareas, por lo que su papá le dio la libertad de hacer lo que quisiera, posteriormente se inscribió en el Instituto Tecnológico Regional de Pachuca, que igual se le hacía muy aburrido, le echaba más ganas a las portadas de sus trabajos y para continuar con estudios de diseño y publicidad, se requería el bachillerato en ciencias sociales, por lo que se cambió a la preparatoria número 3 de la UAH, siendo orgullosamente la primera generación de esa institución en la cual por su ya iniciada creatividad artística, dibujó el escudo de la preparatoria, ganando por dos veces consecutivas el 1° y 2° lugar, otro alumno de apellido Garnica (que no era su pariente) ganó el tercer lugar.

Ya en el último semestre de bachillerato, su esposa ya estaba embarazada y eso impidió que pudiera continuar sus estudios en la Escuela Nacional de Pintura “La Esmeralda”, por falta de recursos económicos, por atender los gastos que se venían de su nueva familia decidió estudiar la carrera de Leyes en la UAH, donde sólo pudo continuar hasta inicios del cuarto semestre, porque se enfermó por estrés a lo que su papá le dijo que mejor se saliera de estudiar esa carrera porque sólo iba a hacer “Lic. Pinta Rayas”; pero antes Enrique me comentó que estudiaba para vender calificaciones a sus amigos los más “burros y pobres” quienes le pedían con cuanta calificación querían aprobar una materia al final del semestre, ya sea con calificaciones que van de 6 hasta 10 y por cada respuesta de los exámenes, les cobraba 10 pesos, llegó a ganar hasta mil pesos por seis materias, para esto, se juntaba a estudiar diferentes materias con los más aplicados del salón, en la casa de su amigo que le decían El Guajolote, inclusive uno de los alumnos que le pedía a Enrique que le pasara las respuestas de un examen de Derecho, actualmente es Juez por los consejos que le brindó en su momento.

Al ya no estar estudiando, Enrique se dedicó a diseñar materiales didácticos para diferentes escuelas, así como periódicos murales, sin dejar los contactos que tuvo en la UAH, también realizó carteles para la Federación de Estudiantes Universitarios de Hidalgo (FEUH) y fiestas universitarias.

Una anécdota comentada por Enrique, es cuando su papá viajaba un sábado a Xochimilco, en la Ciudad de México a comprar refacciones para las cámaras fotográficas que componía, y en el asiento de al lado del autobús, viajaba otra persona (Jorge Rodea, dueño del Periódico La Tuza Metiche), que al ver que su papá de Enrique traía una cámara fotográfica, le pregunto ¿Qué marca es? y al mismo momento Don Jorge expresó, -esa cámara es mía- argumentando que se la había robado un joven que trabajaba para él como diseñador., este encuentro  para el papá de Enrique, después de aclarar lo de la cámara,  fue tan benéfico , que el domingo ya de regreso de la Ciudad de México le dio la sorpresa a su hijo, diciéndole que ya tenía trabajo seguro en la agencia “Asesores Publicidad” cuyo dueño que también fue publicista del diario El Heraldo era precisamente Don Jorge Rodea, que al casarse puso dicha agencia en la ciudad de Pachuca. Enrique reconoció que ese trabajo para él fue su bachillerato en las artes gráficas.

Dos años y medio después de nacer su segunda hija, Enrique nuevamente se ve en la necesidad de incrementar su economía, por lo que entró a trabajar en El Sol de Hidalgo por un periodo de 10 años, con un horario de 7 de la noche a las 4 de la mañana, ya que en el día tenía que trabajar en la agencia antes mencionada, como descansaba fines de semana aprovechaba para estar con su familia, pero una ocasión viendo una película en las entonces reproductoras de VHS, sus hijas salieron a la tienda cercana en la calle de Abasolo donde vivían y sucede un accidente: un taxista atropelló a sus hijas y a una de ellas la internan en una clínica particular, el personal de asistencia médica le empezó a hacer preguntas sobre  su hija a Enrique, como fechas, historia de antecedentes médicos etcétera y fue cuando le “cayo el veinte”, no sabía mucho de sus hijas ya que prácticamente no vivía con ellas, por lo que decidió ya no presentarse a trabajar en el Sol de Hidalgo ni en La Agencia y a principios de enero de 1990, puso su propio negocio, pero reconoce que el ritmo de vida de su familia no lo podía llevar hasta pasando un buen tiempo por lo mismo de no haber estado con ellas durante los 10 años que trabajo de tiempo completo.

Poco a poco fue avanzando en su negocio, de repente le llegaban “bomberazos” es decir trabajos urgentes, sin dejar de producir su obra pictórica, recuerda que su primera exposición llamada “De  arte venático” fue en el año de 1981 sobre el rio de las avenidas en Pachuca, la cual expuso con 2 de sus amigos, en 1985 ya expuso en el foro cultural Efrén Rebolledo como su primera exposición formal en un espacio cultural (se tardó 4 años para hacer 30 cuadros) todos los temas eran personales, muy de su vida.

Enrique ya en su carrera artística colaboró en la primera feria del libro universitario de la UAH diseñando el cartel de publicidad, además de crear carteles culturales, portadas de discos, casetes (como la portada “por abril” de Víctor Hugo Noguerola) libros, trípticos y folletos. En 1990 por primera vez expone fuera del Estado de Hidalgo, exponiendo en la galería José Guadalupe Posada, a partir de ahí, Enrique ya se consideró productor plástico, artista, ya se había concretado su lenguaje plástico (diez años para dicha formación), también considera que “El Estado es el que decide quién es un artista o no, mientras no estés en una galería”

Enrique fue tres veces becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes “FONCA”, primero en la categoría de Joven creador, con el proyecto denominado “Arqueología de las Imágenes” posteriormente como creador con trayectoria y finalmente una beca para estudio y producción de obra gráfica.

Enrique Garnica ya en su trayectoria artística tomó diferentes talleres en países como Cuba, Canadá, EUA, España y Brasil, entre otros, es un artista visual que requirió cuatro décadas para construir su propia imaginería y propuestas visuales, sus temas recurrentes son el sexo, la religión y la política, los cuales aborda de manera satírica y en línea con su trabajo basado en la transculturalidad y el sincretismo sociocultural, cuenta con premios y reconocimientos estatales, nacionales e internacionales en las técnicas de dibujo, fotografía, pintura, escultura, diseño de cartel y logotipos; algunos de los cuales destacan: Mención honorífica en la “Primera Bienal Internacional Juguete Arte Objeto” en la Ciudad de México; en Paraguay gana el “Premio de los artistas” de talla en madera, participa en Canadá y Estados Unidos en los concursos de escultura en nieve, gana el primer lugar en el concurso «Arte a través del viento».1er. Lugar y Mención honorífica en el concurso de “Cartel Político” del gobierno del estado de Hidalgo, recibió la medalla “México al mérito “ de la Fundación Latinoamericana.

En 1999 funda el primer taller público de grabado en el estado de Hidalgo: “IMPRONTA” en la Fundación Arturo Herrera Cabañas en Pachuca, Hidalgo.

Seguir platicando de Enrique Garnica y su trayectoria artística pasada y presente requiere un gran número de cuartillas y quizás un libro sobre su obra, tan solo en este breve espacio de escritura, nutre el espíritu, enriquece la cultura propia e invita a no vivir sin crear arte.

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