Por Gustavo Flores
En una charla con el maestro Mario Gándara con gusto dijo que contaría las más hermosas vivencias de su vida. (él escribió un libro sobre sus anécdotas del cual se apoyó para la presente redacción). Nació el 4 de octubre de 1943, en la calle de Monterrey, en el Barrio de Cubitos, entre cuetes y castillos de fuegos pirotécnicos, ya que era la celebración del día de San Francisco, al mismo tiempo que festejaban el santo de su tía Pancha.
Es el último de seis hijos de Humberto Gándara y Juana Ángeles, comentó el maestro Gándara que su padre fue en excelente ejecutante de clarinete, flautín, guitarra, salterio, mandolina, laúd, bandolón, entre otros; nacido en Tixtla, Guerrero, llegó a Pachuca en tiempos de la Revolución Mexicana formó parte de la banda musical del batallón del Ejército Mexicano. Ya en Pachuca se da de baja del ejercito para incorporarse a la naciente “Banda de Charros de Pachuca “y desde entonces su padre se quedó a vivir en esta ciudad, hasta su muerte.
La mamá del maestro Gándara a la edad de trece años, vino de la comunidad de Cieneguillas, municipio de Zacualtipán, Hidalgo, sin estudios y acompañada de su hermana Francisca, llegó a la casa del recién enviudado para trabajar de sirvienta y cuidar de sus hijas , Sofía y Dolores y sin romance ni matrimonio empezaron a nacer los hijos de ambos, su madre trabajó como comerciante, estableció una tienda de abarrotes y una pulquería, tuvo mucho éxito porque era el auge minero de Pachuca, los trabajadores pasaban por unos curados de pulque y jugando el cubilete y la rayuela, fue así que aprendió a escribir y a leer con sus propios clientes y amistades para lograr hacer las cuentas de sus ventas y con el paso del tiempo, logró darles estudios y hogar.
De su niñez el maestro Gándara recordó lo siguiente: nacido en un barrio pobre y sin servicios, el drenaje corría a flor de tierra y con muy poca iluminación, en esas calles de tierra jugó de todo con sus amigos, canicas, balero, trompo, encantados, la roña, avión y bote escondido o bien corrían a los cerros que los consideraban como sus patios de recreo, buscaban tesoros en cuevas y tiros de minas, veían pasar las horas pastoreando borregos y comiendo tunas, chilitos, buscando escamoles, vinitos y nopales para asar.
Tiempo después, el maestro Gándara se vio con un cuaderno y lápiz, caminando rumbo al parque Hidalgo, donde se encontraba la Escuela Primaria 18 de marzo, en ese entonces en Cubitos no había escuela donde estudiar, ya que habían derrumbado la Escuela Rodríguez y Cos, que daba servicios educativos en el barrio, esta escuela existió gracias a las gestiones que hiciera la maestra Anita ante el señor Juan Straffon, para que donara una vieja casona que abandonó por temor a la Revolución de 1910-1917, y que al término de ésta, la familia Straffon ya no regresó a ella y se convirtió en escuela para los niños de Cubitos, al ser derruida se dio el paso de la carretera Pachuca-Las Bombas, y en su lugar lo que actualmente son las calles de Puebla, Pino Suárez y Veracruz, se construyó una gran bodega para dar servicio mecánico a los camiones del Gobierno del Estado(hoy instalaciones de Protección Civil) por eso el maestro Gándara y los niños de su edad se fueron a estudiar en la primaria 18 de Marzo, siendo directora la profesora Elizabeth Saavedra de Brito.
Ahí en la 18 de Marzo, dice el maestro Gándara, es donde le dieron sus primeras armas para lo que sería la profesión de su vida: la música, paso a ser parte de la banda de guerra, le dieron una corneta, bajo la instrucción de un sodado le sopló y salió sonido, pronto aprendió a tocarla con un paso redoblado y algunos toques de atención y otros más, siendo comandante de la banda de guerra.
Para mejorar los toques en la trompeta junto con otro integrante de la banda de guerra de nombre Jacinto Cabral, se iban por las tardes al rio que pasaba por el lado sur del Estadio Monumental (hoy CREN) donde bajo enormes y frondosos pirules ensayaba la banda de guerra del 44 batallón a cargo del sargento de apodo “El Brujo” que los ayudó mucho para que mejoraran la técnica y les enseñó algunos toques y marchas con lo que enriquecieron su conocimiento para desarrollarlo en la banda de su escuela.
En algún periodo vacacional un hermano del maestro Gándara se lo llevó a Poza Rica a pasar sus vacaciones de invierno y al verlo ensayar la trompeta, en alguna ocasión le comentó que tocaba la corneta en la banda de guerra de su escuela, sorprendido su hermano le dio su trompeta y que tocara lo que sabía, el maestro tocó “paso redoblado”, “Flanco izquierdo y derecho” y “paso acelerado” entre otros, lo felicitó diciéndole que tenía buena embocadura para tocar y que podía ser un buen trompetista, le regaló una boquilla y le enseñó las posiciones de la escala musical.
Ya de regreso en Pachuca, el maestro Gándara, su hermano Evodio quien también fue músico e integrante de la “Banda de Charros de Pachuca”, le consiguió una vieja trompeta de las que tenían de reserva en la banda y le compró el método de Arbans. Ya en esa época se hizo amigo de El Pelón, La Ardilla y El Pitoloco, quienes también eran músicos de la Banda de Charros y por sugerencia de ellos acudió al sindicato de músicos que se encontraba en la calle de Mina, el secretario general del sindicato era Javier de la Fuente, para que los lunes por la tarde asistiera a las clases que impartiría el maestro Luis Fonseca Zavala quien venia desde México para apoyar a los trompetistas afiliados a ese sindicato. El maestro Fonseca era en ese entonces solista de la Sinfónica Nacional y uno de los mejores trompetistas de México, con él inició sus primeros conocimientos técnicos en la trompeta.
Esa parte de formación como trompetista se dio entre asistir a la primaria y sus clases con el maestro Fonseca en el sindicato de músicos y cuando él ya no pudo venir a Pachuca porque la asistencia de alumnos era muy baja, le propuso a Javier de la Fuente, que los que quisieran seguir aprendiendo con él, fueran a su casa en la ciudad de México donde él no les cobraría por enseñarles y le pidió que a cambio de sus honorarios, el sindicato les pagara el pasaje de autobús. Javier de la Fuente estuvo de acuerdo, el sindicato les daba diez pesos para sus pasajes y para esto el maestro Gándara se dio de alta en el sindicato de músicos en el año 1957.
Los conocimientos de solfeo que le dio su padre, la habilidad con la mandolina y los avances en la trompeta, permitieron que entrara a la Banda Sinfónica del Estado de Hidalgo, “Charros de Pachuca” en 1958 con un salario de 90 pesos quincenales, fue en ese momento cuando por primera vez el maestro Gándara portó el traje de charro de color negro al igual que el sombrero; dice que fue una gran época porque la banda tenia prestigio nacional e internacional y un alto reconocimiento por su abundante repertorio, que les merecían elogios de otras bandas de la ciudad de México y del país, fue cuando empezó a disfrutar de los aplausos y felicitaciones del público en sus conciertos y audiciones bajo la batuta del maestro Gonzalo Domínguez de quien aprendió muchísimo ya que el maestro todo lo dirigía de memoria.
Fue una banda que cada domingo presentaba repertorio nuevo en sus actuaciones en el quiosco de la plaza independencia de Pachuca, con duración de dos horas de las 11 de la mañana a la 1 de la tarde, era tal la puntualidad de sus presentaciones que justo cuando las campanas del reloj tocaban las once, la batuta del maestro Gonzalo iniciaba dirigiendo una sonora marcha militar.
Es tan grande la historia musical del hidalguense Mario Gándara Ángeles que aunque él cuenta con su propio libro, no es suficiente para dar a conocer su historia de vida que por este medio continuaremos difundiendo.