Por Catalina Martínez Duarte
“Éramos muy jóvenes, lo sé, pero bien recuerdo que así fue…fuimos convocados, por el buen padre Josué y el padre Miguel Angel… siempre junto a él”, así se dejó escuchar una canción a media semana en la Catedral Metropolitana, en recuerdo del presbítero Josué de Jesús Alvarado Hernández, durante la misa del primer aniversario del fallecimiento de quien es considerado uno de los íconos de Tulancingo por su importante aportación a la cultura y vida religiosa.
La composición, autoría de Teo Solís y Adolfo Gutiérrez, que son parte de los muchos jóvenes convocados en 1976 para formar el Coro Familiar Catedral, que en octubre próximo cumplirá 47 años de actividad: “Nos dijiste en ese entonces, vamos a trabajar, en el corazón del hombre hay que sembrar, las semillas de la vida, la esperanza y la verdad; algún día, que alegría, las veremos germinar”.
“Hoy en este tiempo, te decimos que seguimos como ayer, trabajando todos juntos hombro a hombro con gran fe, siempre estando tú presente, nuestro buen padre Josué”.
El servicio fue celebrado por los párrocos Juan Bautista y Miguel Dorantes, se recordó el amplio ministerio de Josué Alvarado quien nació en Pachuca el 22 de abril de 1940 y el 15 de agosto de 1963 en Tulancingo recibió su orden sacerdotal por el excelentísimo José Esaúl Robles y Jiménez.
El sacerdote tuvo una amplia interacción con la comunidad, Patricia Sanabria Vargas en su libro “Catedral de Tulancingo de la doctrina Franciscana a la Arquidiócesis” lo menciona en repetidas ocasiones: “En tanto es patrimonio religioso, arquitectónico, histórico y cultural, es una referencia esencial en la memoria colectiva regional. De esta memoria han sido parte mis padres, Rosa y Rafael,… y por supuesto el presbítero Josué de Jesús Alvarado Hernández.
Para él mi más sincero reconocimiento y gratitud por su denodado esfuerzo por concientizar a numerosas personas sobre la importancia de la catedral.
“Catedral recuerda aquel ayer, tú llegada fue como traer una imagen fresca, que avivó en todos la fé, nueva imagen de parroquia, así lo diste a conocer”.
Sin duda, la recién designada catedral metropolitana estaba dispuesta en lo espiritual como también en lo material para adoptar esta nueva posición (22 de enero 2007). El inmueble se encontraba en su mejor momento; el respaldo permanente de monseñor Pedro Arandadíaz Muñoz, obispo de la diócesis (1975-2007), a los empeños del padre Alvarado por preservarlo, permitieron que su espléndida sobriedad franciscana lo recibiera decorosamente como primer arzobispo, escribió Sanabria Vargas.
La historia de este hombre dedicado a la espiritualidad se entreteje en una canción: “Tú, hoy nos enseñas que aunque el cuerpo frágil es… y que duelen los pulmones y la piel, todo a la vez sin embargo a Dios ofrendas con amor todo su ser”; aunque también se cuenta en una parte importante de la vida cultural en Tulancingo.
El padre Josué como era llamado cariñosamente, abrió las puertas del claustro para hacer presentaciones de libros, convivencias, homenajes, pastorelas y conciertos, lo mismo que hizo con las de la capilla interior a pocos días de su llegada a Catedral que fue el 3 de septiembre de 1976, lo que ha permitido desde ese entonces tener escenarios esplendorosos y llenos de historia, dado que el inmueble tiene su origen en la construcción del convento franciscano que inicio en 1528.