Por Catalina Martínez Duarte
La funcionalidad con los servicios básicos de la primera central de abastos de Tulancingo PIFSAL (Productores, Introductores de Frutas, Semillas y Abarrotes) se debe al trabajo y visión de uno de sus fundadores, Gildardo Romo Herrera, quien hoy a 41 años de haber iniciado operaciones en ese espacio, satisfecho habla de su labor: “dejo como huella a Tulancingo para las generaciones venideras”.
Hombre cabal, se forjó con disciplina férrea para crecer económicamente desde temprana edad, originario del barrio Donangú, municipio de Huayacocotla, Veracruz; hizo de Tulancingo su hogar, familia y vida.
Fue en 1947 que salió de su lugar de origen para ser estudiante internado en la escuela militar Hijos del Ejército de la zona 18 en Venta Prieta, Hidalgo; los recuerdos llegan a su mente, con sus ojos atrae imágenes que hacen que se iluminen: “en mi barrio sólo se podía estudiar el primer año, mi profesor David Andrade me motivó para seguir con mi educación, papá me apoyo”.
Hijo de campesinos nacido, en 1935, Don Gil salió con la primaria aprobada, tenía su pase para estudiar la normal, a los 17 años empezó como profesor rural, con mente clara de fechas y nombres: “fue en 1951, sólo duré un año, no me gustó, entonces me vine para Tulancingo mi mamá ya tenía una fonda”.
“Busqué trabajo, no encontré, en el internado tuvimos talleres de talabartería, carpintería, alfarería, encuadernación; visité a un compañero de la escuela me empleó como peluquero en Pachuca”; su deseo de superación lo hizo emprender de nuevo el vuelo, fue a un almacén de ropa en Poza Rica, Veracruz; nada de estancarse, el asunto era hacer una buena base económica, por lo que, en agosto de 1954, aprendió de mecánica y a manejar camiones de carga.
Evocando un Tulancingo de lo que poco queda: “había de Don Bonfilio García una gasolinera en 21 de Marzo, llegó Panuncio López me pidió llevar una carga de abarrotes, comprar maíz, frijol, pimienta, pepita, las semillas que se producía en Veracruz”; mostrando su honradez y entrega en los encargos, le dieron la oportunidad de comprar su primer camión, sin dinero suficiente, su madre y su hermano Nazario lo ayudaron: “me acuerdo muy bien me lo vendieron por 14 mil pesos y pagar una deuda de cinco mil; ya trabajé por mi cuenta; el kilo de maíz estaba 15 centavos”.
“Se vino el diluvio de 1955 de meses no de días, no pude trabajar, les vendía a las tortillerías comal”; fue en 1970 cuando su clientela abarcaba también Pachuca, Apan, Calpulalpan, dejó de comerciar con el maíz y frijol al entrar Conasupo (Compañía Nacional de Subsistencias Populares) el gobierno empezó a dar subsidios.
Don Gil se levantaba por la madrugada y terminaba sus jornadas noche, siempre con ánimo: “conozco muy bien desde Llano del Medio hasta Cárdenas, Veracruz, Tuxpan, Papantla, Castillo de Tiayo era donde me surtía para traer a Hidalgo; no había mercado en Tulancingo, sólo dos bodeguitas en los callejones de Progreso y Reforma; entonces comencé con la fruta mi primer viaje fue de piñas un dos de agosto para las fiestas de la Virgen, me puse a vender en la calle frente a la fonda de mi madre”.
Siguieron viajes de melón, mangos ya entregando en los puestos del mercado municipal de Tulancingo; de 1957, 60, 61, 63, 66 hasta 1970 fue adquiriendo camiones, todo producto con su esfuerzo: “la Merced era chiquita ahí entregábamos; seguí como campesino sembré chile jalapeño, una cosecha salí mano, la otra perdí y lo dejé”.
Incansable en su objetivo de progresar económicamente; puso su propia tortillería, se adentró más en el comercio de las semillas, frutas y legumbres, vivió cuando vendían en piso de tierra, con lonas como techo, cuando construyeron los dos mercados del centro de Tulancingo: “fue el presidente Gilberto Gómez, un señor chaparrito”.
Para vender al mayoreo lo hacían apostados en las calles del centro de Tulancingo, cada vez más: “se llenó 21 de Marzo de Progreso a Reforma, Hidalgo, Echávarri, 1980 ya nos metimos al hoyo del Cerro del Tezontle, ya éramos 70 hice una lista para estar organizados, empezaron los chisme que yo cobraba; Luis Cruz (primer secretario), Luis Bravo y Enrique Castelán formaron una agrupación civil (PIFSAL), nos pasaron a donde fue la presidencia municipal, luego adquirieron el terreno una hectárea y media a Don Fortino Velasco que era una parcela, le teníamos que dar la vuelta estaba en funcionamiento el ferrocarril”.
Gildardo Romo defendió tomateros de Santa Ana para que no hubiera acaparamiento del producto, no gusto, por lo que no querían venderle un área para su local; eran sólo cinco calles A, B,C,D y E, a dos mil 500 cada terreno, ofertaban sus productos en el suelo: “a todos los inconformes, porque yo quería que fueran unas 250 cortinas a mi dieron por un encharcamiento, había zancudos en lo feo, los que cobraron los lotes ganaron”.
Todo documentado con fotografías en collages que él mismo diseñó, con anotaciones históricas, entusiasmado Don Gil recuerda cómo lo eligieron secretario general de PIFSAL: “me vinieron a ver a mi casa, peleaba por lo injusto, no fui suato, yo soy muy legal, los locatarios ya estaban cansados de tantas cuotas que les pedían y no hacían nada, hubo muchas tranzas en la venta de espacios”.
Se tardo ocho días en decidir ser el dirigente, con la condición de hacerlo lícito, logró la primera asamblea abierta con el respaldo de la CNOP (Confederación Nacional de Organizaciones Populares); Romo Herrera fue elegido secretario general por votación de entre 107 socios, más de 100 le dieron la representación el seis de mayo de 1986.
Don Gil hizo el cambio que marcó una gran diferencia; en primera labor tras acuerdo de asamblea fue limpiar todo el espacio, siguió por arreglar los seguros de construcción, cercado, abrió calles que tenían cadenas, el relleno de las fosas que estaban al lado de las vías, el permiso para cruzarlas, la introducción de agua potable, drenaje, luz, teléfono, pavimentación con concreto, sin cobrarles nada, con todo y que tuvo que hacer muchos viajes a Pachuca, Ciudad de México en los trámites, dejando su trabajo: “voy con la cara en alto, todo fue legal, lo hice en año y medio, estuve tres años, me eligieron tres más y otros tres más entregué todos los documentos cuando salí”.
Todo ello fue a la par que formó su familia junto con el apoyo de su esposa la finada Ofelia Hernández Ortiz; Gildardo Refugio, Lorena, Nora, Tomás, Fabiola, Ranulfo René, Carmina, Edgardo Fernando y Octavio fallecidos, sus hijos quienes siguiendo su ejemplo de trabajo, son reconocidos como personas honorables; 16 nietos y nueve biznietos que admiran su legado y lo acompañan, ahora su vida en el retiro, orgullosos, Don Gil es sobreviviente del Covid 19, historia viviente de Tulancingo en su progreso comercial; sus pensamientos del sentido de su vida los escribió dedicados a sus hijos, en 11 frases, la seis: “No tendré miedo. El futuro me pertenece. Actuaré valientemente, hoy tendré confianza en que Dios ayuda a quienes se esfuerzan y trabajan”.