Con colocación de cruces, celebran el día del albañil en Acaxochitlán

Por Catalina Martínez Duarte

De mayo es día de fiesta grande para los acaxochitecos, porque celebran el Día del albañil y colocación de cruces en las construcciones; agradecimiento del agua con la colocación de cruces azules en pozos y manantiales; colocación de cruces en los campos de cultivo y el Día de pozoles dulces.

El Día de la Santa Cruz se conoce más porque también se celebra a los trabajadores de la construcción, los albañiles, que acostumbran a colocar una cruz de madera adornada con flores en lo alto de la obra en construcción, previamente bendecida en la iglesia adonde acuden a dar gracias por su trabajo.

Los festejos incluyen comidas y bebidas en las obras, generalmente por cuenta del propietario. En algunas ocasiones incluso echan cohetes.

La cruz que se coloca es adornada con flores y papel picado, como una forma de pedir protección y bendición para los trabajadores y el edificio en sí mismo.

La palabra albañil, es una voz arábiga, que proviene de la palabra banni, que significa «el que edifica». Albanni es el que construye, y en efecto, estos hombres construyen el progreso de los pueblos.

En tanto que, en los pozos y manantiales de Acaxochitlán, se colocan cruces adornadas, y en otros casos hasta se realizan misas, bailes, tianguis y otras actividades más para agradecer el beneficio del agua. En este caso, las características de la festividad dependen del tipo de organización: familiar o comunitaria.

Para la fiesta familiar de un pozo o manantial su propietario busca un padrino de cruz, que cundo acepta debe comprometerse a llevar la cruz durante tres años consecutivos. Días previos, el dueño del pozo lo limpia, pinta y adorna con flores.

Si es el primer año, el padrino debe mandar hacer una cruz de madera con la fecha en que será colocada, o si es el segundo o tercer año, puede ir por la cruz colocada el año anterior para retocarla. Anteriormente las cruces eran pintadas de azul claro. El padrino también debe decorar la cruz con listón picado y flores.

El día de la fiesta, el padrino, el propietario y los invitados se encaminan a donde está el pozo o manantial; ahí el padrino coloca la cruz y unos arreglos florales, le arrojan agua bendita y aguardiente dibujando una cruz en el interior del pozo o manantial. También echan confeti y cohetes. En ocasiones se hacen oraciones y luego los propietarios invitan al padrino a una comida.

El origen de esta relación entre la tierra (campos de cultivo, pozos, manantiales), las cruces (que eran casi siempre de color azul y blanco) y la fiesta de la combinación de estos dos, puede tener un antecedente prehispánico, se cree que esta celebración se heredó desde la época prehispánica, previa modificación de  los evangelizadores españoles después de la Conquista, y tiene su antecedente en los rituales practicados por las culturas precolombinas para la petición de lluvias y la obtención de buenas cosechas, que se efectuaban al inicio del ciclo agrícola, alrededor de los primeros días de mayo. Cuando los evangelizadores españoles llegaron al antiguo territorio mexicano, modificaron algunas creencias para que tuvieran similitudes con las de la religión católica.

Así, durante la Colonia (1521-1821), el ritual prehispánico para la petición de lluvia a Tláloc, dios de la lluvia, se transformó en rezos para las buenas cosechas y se incorporó a la devoción de la Santísima Cruz, la cual se ubicó el primer domingo de mayo dentro del calendario católico, que es el mes mariano o de la Virgen María, día en que se le hace la petición a su hijo Jesús.

A partir del siglo XX, la gran fiesta de petición para la buena cosecha se vinculó con más fuerza a la actividad de la construcción, tanto en los pueblos rurales como en las ciudades.

Mientras que en los campos de cultivo el ritual se hace para pedir buenas cosechas y la protección de los campos. La cruz en cuestión se hace de madera y se coloca en medio de la milpa arreglada con flores; una vez dispuesta, se ofrendan tamales, tortillas, pulque o cerveza y pozole dulce, también conocido como tlolpichi o tlolpauaxtle.

En la cabecera, aunque las familias ya no ponen cruces en los cultivos, sí se conserva la tradición de comer tlolpauaxtle el día 3 de mayo, único día del año en que se preparaba y degustaba este rico platillo.

En el pueblo de San Francisco el pozole se pone en una ollita de barro que se entierra en medio del campo de cultivo junto con una pequeña cruz de madera y flores, mientras que en San Fernando la cruz con flores se pone el día 3 de mayo, y dos días después, el 5 de mayo, se lleva la ofrenda de tlolpichi.

El pozole dulce lo elaboran con maíz, panela, tequesquite y canela. Primero preparan nixtamal de cacahuacentle, lavan el maíz, lo descabezan, lo ponen a hervir nuevamente hasta que los granos comienzan a reventar; enseguida se le pone canela, panela y un poco de tequesquite, y dejan que el maíz termine de cocerse o tronarse. Este platillo se sirve frio en cajetes de barro.

LAS CRUCES AZULES DE ACAXOCHITLÁN, UNA SINCRETISMO ÚNICO

Algo que vemos en cerros, construcciones y ojos de agua generalmente son cruces de color azul. Estas cruces representan algo muy profundo en las religiones prehispánicas a pesar de ser un símbolo cristiano.  Para los antiguos mexicanos, el mundo tenía cuatro rumbos y cada uno era custodiado por un árbol sagrado.

El sur tenía un árbol azul. Era el lugar donde nace el agua, el tlalocan, custodiada por Tláloc. Con la llegada de los conquistadores, los indígenas encontraron maneras practicar sus ritos sin ser amenazados. Una de ellas fue pintar de azul las cruces y así convertirlas en un símbolo del árbol del sur y Tláloc.

La cruz azul se comenzó a celebrar en el inicio de temporada de lluvias. Con el paso del tiempo fue puesta en cerros y milpas para traer abundancia. Cuando los indígenas fueron a las ciudades a trabajar, se volvió la protección y símbolo de los albañiles. Con este simbolismo indígena en la construcción.

Llegó a representar al ya conocido equipo de fútbol. La cruz azul nos enseña que los dioses prehispánicos viven, de formas muy sutiles en el presente. (Con la colaboración del cronista vitalicio Arturo Castelán Zacatenco)

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