Alfredo Rivera y la Sosa Nostra, 20 años después

Por Carlos Camacho

La mañana del 18 de mayo del 2014, en la librería “Espacio Cultural” se vendió el primero de cuatro mil ejemplares del libro La Sosa Nostra, una compilación periodística, aderezada con entrevistas y opiniones, respecto de la historia del grupo que desde hace más de cuatro décadas domina la vida académica, administrativa y, especialmente, política de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), cuyo autor es Alfredo Rivera Flores, contador público por vocación y escritor por convicción.

Además del impacto que tuvo la aparición del texto, en tiempos electorales, justo como los que vivimos ahora, generó enojo en el aludido principal en esta trama de historias truculentas que padecieron miles de pachuqueños en la década de los 70, con acciones porriles realizadas por los integrantes de la Federación de Estudiantes Universitarios de Hidalgo (FEUH).

Gerardo Sosa Castelán, jefe del denominado Grupo Universidad, se inconformó con el libro y echó mano de diversos despachos de abogados para iniciar una serie de demandas contra Rivera Flores y coautores del libro, entre ellos el extinto periodista Miguel Angel Granados Chapa, el artista plástico Enrique Garnica y el dueño de la editorial, Miguel Angel Porrúa.

El caso que confrontó libertad de expresión con daño moral, concluyó con la sentencia al autor del libro, a quien inicialmente se le demandaba una indemnización por 16.5 millones de pesos, que luego de más de tres lustros de pleitos legales se redujo a 700 mil pesos.

Dice Rivera Flores que por el tiempo que tardó, por los personajes confrontados y todo lo que derivó en un estudio jurídico del caso, este litigio se ha convertido en el más largo de la historia jurídica en América Latina.

Este medio día, se reunieron el autor, Miguel Angel Serna y el periodista Alberto Witvrun Rosales, para recordar los 20 años de vida del libro y contar anécdotas inherentes, como la que recordó Rivera Flores, cuando tuvo diferentes reuniones para ir afinando los detalles del libro y darle forma, con el periodista, su amigo de toda la vida, Miguel Angel Granados Chapa, quien es autor del prólogo.

A su vez, Alberto Witvrun, retomó un pasaje para mostrar cómo se las gastaban los líderes de la FEUH en aquella época.

Un día llegó Zenaido Meneses Pérez, metralleta en mano, a la Central de Autobuses, para secuestrar camiones.

Miguel Angel Serna, recordó su aportación al libro con un texto que tituló “Yo me acuso, señor juez” o “Yo también soy culpable”, en referencia a la condena que se hizo de Rivera Flores, por el hecho de ejercer su libertad de expresión y el derecho de los ciudadanos a estar informados.

Con todo ello, veinte años después, Alfredo Rivera, considera que el suyo es un libro que “algo dejará a la esperanza de que siempre vendrán tiempos mejores” y que en su momento lo hizo, con la necesidad de “decirle corrupto al corrupto”.

En el evento, realizado en la sala Abundo Martínez, del Centro de Artes, se aclaró que por mandato judicial, Alfredo Rivera está impedido a hacer comentarios respecto de su obra, por lo que tuvo que contar algunas anécdotas y externar: “qué suerte la mía, de no vivir en el encierro, entre grilletes, y en cambio poder caminar libre por las calles de mi amada Pachuca”.

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