Por Carlos Camacho
Hace 75 años, el entonces secretario de Recursos Hidráulicos, Eduardo Chávez, propuso aprovechar el agua de lluvia para prevenir problemas posteriores de escasez del vital líquido, pero su sugerencia fue ignorada y calificada como innecesaria.
Hoy, la idea sigue vigente, pero ignorada como desde hace 75 años y siete décadas después enfrentamos serios problemas de desabasto, sequía y reducción de los mantos acuíferos, por mal uso del agua en todo el país, con casi nulas acciones y recortes presupuestales para atacar un serio problema global.
Apenas hace dos días, en diarios locales aparecían imágenes de las presas de La Estanzuela y El Cedral, a su mínima capacidad de embalse, producto de la ausencia de lluvias y una prolongada sequía.
En Zimapán, el alcalde panista, Alan Villanueva, ha tomado como bandera la lucha por evitar que se concrete el proyecto Acueducto II, mediante el cual se pretende llevar agua de ese municipio a Querétaro, lo que, argumentan las autoridades locales, afectaría a los lugareños, quienes de por sí, han padecido el consumo de agua con arsénico desde hace por lo menos dos décadas.
También en la capital del estado, las colonias padecen del suministro que brinda la Comisión de Agua y Alcantarillado de Servicios Intermunicipales (CAASIM), que de su lado ha detectado tomas clandestinas, desperdicio y huachicoleo del vital líquido.
El gobierno de Julio Menchaca ha anunciado la perforación de seis pozos más para atender la creciente demanda de los centros poblacionales en la zona metropolitana del estado.
A nivel nacional se considera que la falta de agua se debe, entre otros factores, a la apropiación de grupos privados de la industria, la minería y la agricultura y las empresas que elaboran refrescos y cervezas, además de agua en sus diversas presentaciones.
Hay que añadir el dispendio en los campos agrícolas, especialmente del norte del país, el azolve de las grandes obras hidráulicas; las aguas residuales no son tratadas y se envían contaminadas a los ríos.
Un diagnóstico contenido en el Atlas Nacional de Vulnerabilidad al Cambio Climático, dice que la operación de presas se ve afectado por la disminución de precipitaciones, la ocurrencia de sequías y el estrés hídrico, amenazas climáticas que disminuyen el agua almacenada en las presas, lo que está generando conflictos y afectaciones por la escasez del recurso hídrico.
Para invertir la situación o inhibir su impacto negativo se propone varias acciones:
Atacar la tala clandestina y reforestar los bosques, restauración de humedales, frenar el huachicoleo y las tomas clandestinas, mejorar el uso y ahorro del agua potable, tecnificación del riego en todo el país, mayor captación de lluvia mediante pozos de absorción.
Propuestas hay, el asunto es tener la voluntad de aplicarlas.