Por Catalina Martínez Duarte
Consuelito Ruiz Guzmán logró robar tiempo y someter el temblor de sus manos, para crear cientos de obras en diferentes técnicas, las cuales se exhiben por primera vez en Tulancingo, en una exposición en la que su familia, principalmente hijos y nietos, se confabularon para hacerla una sorpresa; que en la apertura hizo que la artista de 92 años llegara a las lágrimas mezcladas con risa de felicidad.
Nacida en Omitlán de Juárez el 4 de septiembre de 1932, llegó a Tulancingo desde niña convirtiéndolo en su hogar, aquí encontró a su gran amor Joaquín Hernández Vargas quien falleció hace tres años; crío a sus ocho hijos Rosa María, Carmen, Blanca, Reyna, Griselda, Jaime, Ignacio y Javier a quienes les ha dedicado la mayor parte de su vida.
Los niños crecieron, Consuelito sin dejar el cuidado de su hogar decidió darle más utilidad a su tiempo, compró revistas de manualidades y así se volvió autodidacta aprendiendo a diseñar y hacer gelatina artística, repostería, tarjetería española, repujado, fieltro, pintura en tela, bisutería (ha confeccionado miles de pulseras y aretes), pintura en cerámica.
Hace siete años dio el gran salto a la pintura en óleo empezando con lienzos pequeños, hace cuatro se exigió hacer cuadros más grandes de 60 X 80; el arte se volvió la forma de hacer llevadero el dolor de perder a su marido y el encierro al limitarse su movilidad; explotando una creatividad a sus casi 90 años, dejando boquiabierto al desarrollar reproducciones de importantes pintores como Picasso u otros salidos de su imaginación con buena técnica.
Rostros, paisajes, mandalas, animales, coloridos, monocromáticos son entre muchos otros los temas que ha dominado con precisión en el trazo, con todo y que desde hace unos años el control de su cuerpo se ha visto alterado al padecer la enfermedad de Parkinson; sin embargo, le ha dado batalla ahora también está desarrollando puntillismo en pintura con pedrería que por su complejidad al momento de pegar las pequeñas piezas también requiere de pulso firme.
Mujer amable de tenue voz, siempre sonriente, con espejuelos que sólo usa cuando está en su fase de artista porque aún ve bien, disciplinada, les dedica mediodía diario a sus creaciones; tiene una importante red de apoyo, para su cuidado personal, de salud y en el suministro de material, son sus hijos y nietos, a los que en su gran amor les ha obsequiado gran parte de su acervo.
“Me ha gustado mucho, nunca he pensado en vender nada, los hacía y luego se los mostraba a mis alumnas, otros se los he dado a mi familia”, dice Consuelito, quien además dio clases en talleres en la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles y en la Casa de los Adultos Mayores; junto con su esposo también era parte de las dinámicas familiares.
De lento caminar, se tomó su tiempo de recorrer su gran exposición en la recepción de inauguración, del brazo de sus hijas, entre aplausos, abrazos y palabras de admiración de entre más de 80 asistentes.
La apadrinó el tulancinguense maestro en la forja ganador y expositor de bienales internacionales Onésimo Ávila, quien le dedicó unas bellas palabras como la vida de Consuelito.
Este homenaje y reconocimiento es de una familia orgullosa de la mujer, la madre, al ser maravilloso que es Consuelito Ruiz Guzmán.