La educación digital a debate

Por Ernesto Palma Frías

Mientras en los países desarrollados surge el debate en torno a la educación digital, en México aún persiste la inquietud social sobre la solidez científica y académica de los planes de estudio y el contenido de los libros de texto. Aunque la experiencia educativa durante la pandemia dejó ver una enorme e inequitativa brecha digital sobre el acceso y uso de las nuevas tecnologías, como el uso de computadoras e internet en el ámbito educativo, la tendencia a digitalizar la enseñanza sigue orientando la definición de las políticas educativas y el destino de los recursos destinados al equipamiento de aulas y laboratorios, en escuelas de todos los niveles educativos.

El caso más representativo de esta realidad, es el de las escuelas privadas que ofrecen un uso indiscriminado de las tecnologías para garantizar una educación “avanzada”, sembrando la percepción de que las escuelas que no cuentan con recursos digitales se encuentran rezagadas y la formación de sus alumnos es deficiente. Si esto fuera totalmente cierto: ¿Por qué algunos sectores sociales de países más desarrollados se están distanciando de la educación digital?

El influyente periódico estadounidense The New York Times publicó un extenso artículo en el que asegura que la digitalización actual va dirigida a la masa social más baja; clase media y pobres. El texto describe cómo la élite de los Estados Unidos  empieza a huir del mundo digital y no sólo rechaza todos los servicios de la economía digital, sino también los teléfonos inteligentes, las compras en línea y las redes sociales.

Según el NYT las escuelas que utilizan dispositivos electrónicos también son evitadas por la elite formada por las familias más poderosas en Estados Unidos. Las clases altas estadounidenses quieren que sus hijos jueguen con otros niños, por lo que las escuelas de primer nivel -sin ningún tipo de tecnología- están floreciendo por todo el país. La interacción humana real, la vida sin teléfonos durante el día, se ha convertido en un símbolo de estatus social diferencial en Estados Unidos. Cuantos más monitores aparecen en la vida de los pobres, más desaparecen en la vida de los más privilegiados, dice el New York Times.

Lo que valoran las élites, es el trato humano de calidad en un consultorio, hospital, escuela o en cualquier otro sitio, para ellos este es el poder real y la riqueza, no un teléfono móvil de última generación. Mientras los privilegiados crecen en entornos con relaciones fluidas, los más pobres e ignorantes deben ceder sus datos personales a través de sus dispositivos a cambio de recibir una gratificación emocional que no obtienen en el mundo real.

Estos cambios de percepción sobre el uso de las tecnologías, parten de una conclusión sustentada en los resultados de recientes estudios neurocientíficos: el rechazo de cualquier virtualidad en la educación, es la única manera de formar individuos inteligentes y capaces de enfrentar el futuro. Uno de esos estudios sobre desarrollo cerebral, en el que participaron 11.000 niños, mostró que aquellos que pasan más de 2 horas al día frente a una pantalla de algún dispositivo, obtuvieron calificaciones más bajas en el colegio.

Gracias a la neurociencia, se puede saber con certeza que la exposición regular a las pantallas, adelgaza la corteza cerebral. En adultos, un estudio encontró características afines entre quienes utilizan las pantallas continuamente y quienes padecen depresión.

Un ejemplo claro de esta disparidad, lo ilustra el hecho de que en Estados Unidos las compañías tecnológicas presionaron para que las escuelas públicas tuviesen un ordenador por alumno y afirmaron que podrían prepararlos mejor para su futuro. La paradoja se da en que justamente los más altos directivos de las empresas tecnológicas de Palo Alto, California, se niegan a criar a sus hijos dentro del mundo digital. La escuela primaria Waldorf de Silicon Valley, la más popular la zona, promete volver a lo básico, rediseñando los programas a partir de la educación clásica y eliminar todo rastro de tecnología digital. Mientras los niños ricos crecen con menos tiempo con los aparatos y relaciones interpersonales reales, los niños pobres se vuelven cada vez más adictos a la tecnología.

Evitar la digitalización es mucho más difícil para los pobres porque los dispositivos tecnológicos llenan el vacío crucial que provoca una realidad cotidiana de hambre y de miseria. Mientras tanto, las empresas de  tecnología presionan a los gobiernos para que las escuelas de pobres y clase media, tiren a la basura los libros y las llenen de dispositivos tecnológicos. Lo insólito es la tendencia -en los países tercermundistas- de promover aulas con niños en silencio, frente a una pantalla.

Frente a la presión por llevar el uso de tecnologías a las aulas se debe considerar también, que existe el riesgo de que los estudiantes se vuelvan demasiado dependientes de los dispositivos y pierdan habilidades socioemocionales esenciales para la convivencia, la comunicación efectiva y el desempeño laboral.

Dilucidar la disyuntiva entre digitalizar o no las aulas, requiere una auténtica revisión de las políticas educativas, que incorpore los resultados de estudios científicos sobre neuroeducación y las experiencias de otros países que han incursionado en la digitalización educativa, lo que podría aportar sólidos referentes psicopedagógicos, para formar inteligentemente a varias generaciones de mexicanos.

La educación digital constituye un verdadero reto para el debate sobre el modelo educativo que requiere nuestro país, que hasta la fecha, sigue sin definir los equilibrios entre una educación que favorezca el desarrollo humano integral y aquella que responda a las exigencias de un mundo globalizado.

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